Lo contradictorio de este pensamiento llega en el momento en el que me siento frente al ordenador. La felicidad llega con las interminables ideas que luchan por salir a través de mis dedos. Largos, extensos he interminables textos. Donde hombres, dinosaurios, la verdad, la crueldad, animales, hechos o inmensas fantasías convivan. Que derramen sangre, amen, huyan, vivan, mueran, creen o destruyan a placer. Que los protagonistas de la historia dejen fluis sin miramientos el libre albedrio que la imaginación les brinda.
Hasta que lamentablemente un punto marque el final. Ese punto que inexorablemente siempre llega, al que hay que tenerle respeto y odio, siempre puntual.